Cuando contar no cuenta
Por
Sonia Herrera
“La ofensiva
israelí deja ya más de 75 muertos en Gaza”, “Israel deja 106 palestinos muertos
y 680 heridos en 4 días de ofensiva”, “ONU: ‘El 75% de los muertos por Israel en
Gaza son civiles’”, “Dos mujeres discapacitadas víctimas de un bombardeo
israelí”, “Fallecen tres sobrinos de un antiguo líder de Hamás en un ataque en
Gaza”, “Miles de palestinos huyen o se refugian tras las amenazas de Israel”,
“La guerra se ceba con Gaza y se cobra ya la vida de más de 130 personas”, “El
miedo controla Gaza mientras el número de víctimas asciende a 166”, “Israel
ataca 1.500 objetivos en una semana”, “100.000 palestinos continúan bajo los bombardeos”,
“Asciende a 200 el número de palestinos muertos a causa de la ofensiva
israelí”…
Estos
son algunos de los titulares aparecidos en distintos medios durante la última semana.
Al parecer llevamos muy bien la cuenta. O quizás no… Quizás contar no basta. ¿Ofensiva,
operación de castigo o conflicto bélico? ¿Facción armada o grupo terrorista? No
descubro nada nuevo al decir que el tratamiento mediático sobre el conflicto
entre Israel y Palestina se inscribe en dos amplios y heterogéneos conjuntos:
por un lado, el grupo de medios y de periodistas proisraelíes que contribuyen con
sus textos al esfuerzo bélico de éstos, y por otro, aquellos medios y
profesionales –las honrosas excepciones– que se centran en denunciar las
violaciones de derechos humanos y que asisten, en cierta forma como “disonancias
informativas”, a la resistencia contra la guerra y contra los asesinatos de
civiles.
Pero
aun así, aun cuando se intuye la crítica en la crónica del o la corresponsal
que está viviendo el horror de cerca o en aquellos/as que encuentran una grieta
para la veracidad y el compromiso, las rutinas periodísticas y la maquinaria
empresarial hacen muy bien su trabajo y, en general, acabamos asistiendo a un
conteo inútil –igual que en la nota roja de México se cuentan balas y disparos–
que no permea la sensibilidad de aquellas/os que leen, ven o escuchan la
noticia: “Las cifras son un modo de enmarcar las pérdidas de la guerra, pero
esto no significa que sepamos si, cuándo o cómo cuentan dichas cifras. Podemos
saber cómo contar, o podemos confiar en la fiabilidad de ciertas organizaciones
humanitarias o de derechos humanos para hacer un recuento correcto, pero esto
no es lo mismo que discernir si una vida cuenta y de qué modo lo hace. Aunque
las cifras no pueden decirnos con precisión quiénes son aquellos cuyas vidas
cuentan o aquellos cuyas muertes cuentan, podemos percibir cómo se enmarcan y desenmarcan
cifras para descubrir el funcionamiento de las normas que diferencian las muertes
tolerables y aquellas por las que se siente el duelo en el contexto de la
guerra” (Butler, 2011: 26). Y es que hay muchas otras cifras que no interesan:
1.700.000 habitantes en una franja de tierra de 42 km de largo por 12 km de
ancho bajo bloqueo, un 40% de paro (el 60% entre los jóvenes), un 80% de la
población que subsiste de la ayuda humanitaria, un 90% del agua contaminada… 3
guerras en 5 años… Pero estos números no “cuentan”.
Calle
13 en uno de sus temas, cuyo vídeo fue rodado precisamente en Palestina, afirma
que “una noticia mal contada es un asalto a mano armada” y en estos días se
están dando muchos asaltos en esa línea. Complicidad mediática, titulares
pulimentados a gusto de los que mandan, falta de compromiso por la paz,
intereses económicos… ¿Hasta qué punto los medios internacionales colaboran
con la insensibilización de la población ante la masacre en Gaza? ¿Para los medios generalistas
occidentales (u oxidentales, como diría Heriberto Yépez, porque todo lo
corroen) vale más una vida israelí que 100 vidas palestinas? ¿Tanto se ha deshumanizado
el periodismo que colabora sin pestañear en la justificación de una matanza sin
voltear a mirar siquiera la precariedad en la que vive el pueblo palestino
desde hace décadas?
Pero
no, obviamente los medios no pueden ser siempre la cabeza de turco de todos los
males de este mundo. Como espectadores/as, lectoras/es, oyentes, contemplamos
como voyeurs, sin inmutarnos, el infierno de Dante sin atragantarnos con las
cifras ni con las imágenes de la barbarie y el dolor. La violencia directa
narrada o televisada tampoco nos afecta. Lo reducimos todo a un “suma y sigue”
de cuerpos. ¿En qué momento hemos olvidado que las cifras no hablan por sí
mismas, que detrás de cada número había una persona con nombre y apellidos y
una vida digna de ser llorada?
Por
suerte, tanto ayer como hoy, se alzan voces lúcidas -como la de Eduardo Galeano
en 2012- , contra la ocupación y los asentamientos ilegales, contra la
pasividad de la comunidad internacional ante la violencia de Estado:
“Israel
es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones
Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el
que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha
legalizado la tortura de prisioneros. ¿Quién le regaló el derecho de negar
todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando
la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear
impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera
podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto
implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la
potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos?
(…)La
llamada comunidad internacional, ¿existe? ¿Es algo más que un club de mercaderes,
banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados
Unidos se ponen cuando hacen teatro?
Ante
la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre,
la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las
declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada
impunidad”.
El
historiador y profesor Manel Márquez también alzaba el otro día la voz en
Twitter contra la “equidistancia criminal” que mantienen los medios y los
gobiernos respecto a las masacres que se están cometiendo en Gaza. Y es que
partiendo de las tesis de Judith Butler de que “no existe una guerra que no sea
criminal”, que no hay guerras justas y que ninguna muerte debería tolerarse más
que otra, no se puede cerrar los ojos ante los reiterados crímenes de guerra cometidos
por Israel contra la población civil palestina durante la última semana, como
sucediera en los ataques de finales de 2008 y principios de 2009 o en las
anteriores intifadas. Crímenes que se han intentado enmascarar y minimizar
incluso desde Naciones Unidas, como ocurrió con la elaboración del Informe
Goldstone.
Se
habla en los medios de “objetivos islamistas”, de los cohetes de Hamás, de terrorismo…,
pero no se habla de por qué continúa la ocupación. La realidad es que unos
ponen los muertos y otros, los misiles, porque para Israel, Palestina se ha convertido
en impensable, prescindible y destruible y “cuando una vida se convierte en impensable
o cuando un pueblo entero se convierte en impensable, hacer la guerra resulta
más fácil” (Butler, 2011: 24).
Dice
Sontag que “la designación de un infierno nada nos dice, desde luego, sobre
cómo sacar a la gente de ese infierno, cómo mitigar sus llamas” (2010: 97),
pero es importante hacerlo de la forma más fidedigna posible para que todo el
mundo conozca la realidad de ese infierno y para que todo el mundo reclame que
se le ponga fin y que se trabaje, como apunta Butler, por “desarrollar una
política contra la guerra que se centre en los desposeídos” y que genere
nuevos discursos y nuevas acciones.
Escribía
Amado Nervo que “hay algo tan necesario como el pan de cada día, y es la paz de
cada día; la paz sin la cual el mismo pan es amargo”. Ayer en La2 Noticias una mujer
palestina le decía algo parecido a Yolanda Álvarez, la periodista que la estaba
entrevistando, pero con palabras aún más claras: “Dile al mundo que necesitamos
que nuestros hijos vivan como los vuestros”. Nada más que añadir. Solo un
último ruego: que el silencio y la manipulación no nos hagan cómplices.
Clamemos por la paz en Palestina. (En recuadro nuevo estilacho)