La lógica de las
organizaciones criminales
Por Flavio
Machicado Saravia Miembro de Número de la Academia Boliviana de Ciencias
Económicas
Una queridísima
compañera de la Universidad a quién no veo hace más de 50 años, me envió una
entrevista realizada a un máximo dirigente de una organización criminal, que
obviamente no circula en los círculos empresariales de la economía
convencional, pero que, de alguna forma, muestra que existe un mundo organizado
que cuenta con estructura y recursos importantes, que terminan influyendo en el
funcionamiento de una economía global cada vez más complicada. A esto hay que
agregar el narcotráfico que es el acompañante natural de toda actividad reñida
con el bien común y la legalidad, que cada vez confunde más a la sociedad al
límite que la tolera, así como a quienes la desarrollan o protegen. Pareciera
que estamos en un mundo donde debe salvarse el que pueda, como una obra de
teatro, cuyo título era «sálvese quién pudiese»
Es increíble que un
individuo llamado Marcos Camacho, más conocido por el sobrenombre de Marcola,
que es el máximo dirigente de una organización criminal de Sao Paulo (Brasil)
denominada Primer Comando de la Capital (PCC) haya accedido a una entrevista de
una revista del medio televisivo O Globo en Brasil.
Las primeras
respuestas han sido seleccionadas en esta nota, a fin de que tengamos una idea
de un mundo subterráneo, que probablemente gravita más que la economía formal,
como ocurre en Bolivia con la presencia del narcotráfico, el contrabando y la
economía informal.
O Globo: ¿Usted es
del PRIMER COMANDO DE LA CAPITAL (PCC)?
Marcola: Más que eso, yo soy
una señal de estos tiempos. Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron
durante décadas y antiguamente era fácil resolver el problema de la miseria. El
diagnóstico era obvio: migración rural, desnivel de renta, pocas villas
miseria, discretas periferias; la solución nunca aparecía… ¿Qué hicieron? Nada.
¿El Gobierno Federal alguna vez reservó algún presupuesto para nosotros?
Nosotros sólo éramos noticia en los derrumbes de las villas en las montañas o
en la música romántica sobre «la belleza de esas montañas al amanecer», esas
cosas…
Ahora estamos ricos
con la multinacional de la droga. Y ustedes se están muriendo de miedo.
Nosotros somos el inicio tardío de vuestra conciencia social.
O Globo: Pero la
solución sería…
Marcola: ¿Solución? No hay
solución, hermano. La propia idea de «solución» ya es un error. ¿Ya vio el
tamaño de las 560 villas miseria de Río? ¿Ya anduvo en helicóptero por sobre la
periferia de San Pablo? ¿Solución, cómo? Sólo la habría con muchos millones de
dólares gastados organizadamente, con un gobernante de alto nivel, una inmensa
voluntad política, crecimiento económico, revolución en la educación,
urbanización general y todo tendría que ser bajo la batuta casi de una «tiranía
esclarecida» que saltase por sobre la parálisis burocrática secular, que pasase
por encima del Legislativo cómplice. Y del Judicial que impide puniciones.
Tendría que haber una reforma radical del proceso penal de país, tendría que
haber comunicaciones e inteligencia entre policías municipales, provinciales y
federales (nosotros hacemos hasta «conferencecalls» entre presidiarios…)
Y todo eso costaría
billones de dólares e implicaría una mudanza psicosocial profunda en la
estructura política del país. O sea: es imposible. No hay solución.
O Globo: ¿Usted no
tiene miedo de morir?
Marcola: Ustedes son los que
tienen miedo de morir, yo no. Mejor dicho, aquí en la cárcel ustedes no pueden
entrar y matarme, pero yo puedo mandar matarlos a ustedes allí afuera. Nosotros
somos hombres-bombas. En las villas miseria hay cien mil hombres-bombas.
Estamos en el centro de lo insoluble mismo. Ustedes en el bien y el mal y, en
medio, la frontera de la muerte, la única frontera. Ya somos una nueva
«especie», ya somos otros bichos, diferentes a ustedes.
La muerte para
ustedes es un drama cristiano en una cama, por un ataque al corazón. La muerte
para nosotros es la comida diaria, tirados en una fosa común. ¿Ustedes
intelectuales no hablan de lucha de clases, de ser marginal, ser héroe?
Entonces ¡llegamos nosotros! ¡Ja, ja, ja…! Yo leo mucho; leí 3.000 libros y leo
a Dante, pero mis soldados son extrañas anomalías del desarrollo torcido de
este país. No hay más proletarios, o infelices, o explotados. Hay una tercera
cosa creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más
absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un monstruo.-
Alguien escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. Es
eso. Es otra lengua.
Está delante de una
especie de post miseria. La post miseria genera una nueva cultura asesina,
ayudada por la tecnología, satélites, celulares, Internet, armas modernas. Es
la mierda con chips, con megabytes, gigabyts, etc. etc.
O Globo: ¿Qué cambió
en las periferias?
Marcola: Mangos. Nosotros
ahora tenemos. ¿Usted cree que quien tiene 40 millones de dólares como Beira
Mar no manda? Con 40 millones de dólares la prisión es un hotel, un escritorio…
Cuál es la policía que va a quemar esa mina de oro, ¿entiende? Nosotros somos
una empresa moderna, rica. Si el funcionario vacila, es despedido y «colocado
en el microondas».
Ustedes son el Estado
quebrado, dominado por incompetentes. Nosotros tenemos métodos ágiles de
gestión. Ustedes son lentos, burocráticos. Nosotros luchamos en terreno propio.
Ustedes, en tierra extraña. Nosotros no tememos a la muerte. Ustedes mueren de
miedo. Nosotros estamos bien armados. Ustedes tienen calibre. Nosotros estamos
en el ataque. Ustedes en la defensa. Ustedes tienen la manía del humanismo.
Nosotros somos crueles, sin piedad. Ustedes nos transformaron en «superstars»
del crimen. Nosotros los tenemos de payasos. Nosotros somos ayudados por la
población de las villas miseria, por miedo o por amor. Ustedes son odiados.
Ustedes son regionales, provincianos. Nuestras armas y productos vienen de
afuera, somos «globales». Nosotros no nos olvidamos de ustedes, son nuestros
«clientes». Ustedes nos olvidan cuando pasa el susto de la violencia que
provocamos.
O Globo: ¿Pero, qué
debemos hacer?
Marcola: Les voy a dar una
idea, aunque sea en contra de mí. ¡Agarren a «los barones del polvo» (cocaína)!
Hay diputados, senadores, empresarios.- Hasta hay ex presidentes en el medio de
la cocaína y de las armas. ¿Pero, quién va a hacer eso? ¿El ejército? ¿Con qué
plata?
No tienen dinero ni
para comida de los reclutas. Estoy leyendo «Sobre la guerra», deKlausewitz. No
hay perspectiva de éxito. Nosotros somos hormigas devoradoras, escondidasen los
rincones. Tenemos hasta misiles anti-tanque. Si embroman, van a salir unos Stinger.Para
acabar con nosotros… solamente con una bomba atómica en las villas miseria.
¿Yapensó? ¿Ipanema radiactiva?
O Globo: Pero… ¿No
habrá una solución?
Marcola: Ustedes sólo pueden
llegar a algún suceso si desisten de defender la «normalidad».No hay más
normalidad alguna. Ustedes precisan hacer una autocrítica de su
propiaincompetencia. Pero a ser franco, en serio, en la moral. Estamos todos en
el centro de loinsoluble. Sólo que nosotros vivimos de él y ustedes no tienen
salida. Sólo la mierda. Ynosotros ya trabajamos dentro de ella. Entiéndame,
hermano, no hay solución. ¿Saben porqué? Porque ustedes no entienden ni la
extensión del problema. Como escribió el divinoDante: «Pierdan todas las
esperanzas. Estamos todos en el infierno».
Son expresiones muy fuertes, dándonos a entender que
hemos ingresado a un mundo degran complejidad con pocas
posibilidades de salida exitosa desde el punto de vista de lagobernabilidad,
que pareciera que ha perdido su capacidad de conducción por su mediocridady la
fuerza que tiene los grupos sociales y los líderes que están al margen de un
ordenamientoinstitucional, donde impere el Estado de Derecho, el bien común y
los derechos humanos.Por el contrario, donde impera la fuerza y el matonaje sin
límite alguno.
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